No
nos enamoramos de alguien por casualidad, el enamorarse responde
a una serie de estructuras mentales donde ubicamos a las personas
que nos atraen. Para aprender a amar y dejar de sufrir debemos
entender los principios psíquicos y orgánicos de este sentimiento.
Generalmente cuando tratamos de entender por que nos enamoramos
o porque nos sentimos así, solo logramos unir el corazón con
la mente llegando a racionalizar el sentimiento. Las afirmaciones
más usuales nos dicen que el amor no se entiende solo se siente,
que no se debe analizar, sino, disfrutar, que no existe la lógica
en el romanticismo. Más bien se inclina a pensar que el amor
es como un juego de azar, donde a cada uno le toca o no, enamorarse.
Cuando nos sometemos a esta última afirmación, comenzamos a
entender al amor como un sentimiento que se genera de la nada
y que desaparece de la misma manera, todo lo dejamos librado
al azar y es ahí cuando nos sometemos a sus caprichos y nos
resignamos a ser felices o no, según la suerte que hayamos tocado.
Cuando entendemos al amor como en juego de azar dejamos de lado
los complejos procesos mentales que hacen que nos enamoremos.
Esta idea mágica de los sentimientos se torna peligrosa, y es
una de las causas principales del mal de amores. Generalmente
vivimos el amor como mártires, siendo víctimas de nuestros propios
sentimientos, disfrutando a pleno cuando las cosas salen bien
o sufriendo terriblemente cuando las cosas no salen como queremos.
Para lograr mantener vínculos sanos y poder amar sin sufrimientos,
debemos comprender el amor, lo que significa, lo que representa,
como se produce, como se experimenta y como funciona. Debemos
tener en cuenta que la emoción y la razón no son nociones enfrentadas
sino que se complementan si se las mezcla adecuadamente.
El amor aparece tras una reacción de nuestra mente ante la presencia
de otra persona, a partir de una serie de vivencias de nuestra
historia personal, edad, gustos, formas de vida, valores aprendido
y otras estructuras psicológicas que nos permiten cómo, por
qué y de quién nos enamoramos. Si bien cada uno siente de determinada
manera frente a una persona, producto de un complejo condicionamiento,
podemos analizar algunas variables en las cuales podemos conseguir
algunas respuestas a nuestra forma de amar.
Psicología del amor:
Para la psicología el enamorarse de una persona y no de otra,
está prefijado en un mapa mental que elabora cada persona. Para
Freud lo que mide el grado de enamoramiento es el instinto de
ternura, que no se dirige a la satisfacción sexual directa.
También dice que todos los objetos de los cuales nos enamoramos
se basan en algunos rasgos de nuestras primeras relaciones,
de manera tal, que la persona elegida es idealizada y no se
la somete a ninguna crítica. Otros psicoanalistas consideran
que el enamoramiento es un proceso de maduración, que sucede
al encontrarnos con alguien que nos ayuda crecer. Cuando un
hombre se enamora debe existir un malestar presente, una lenta
acumulación de tensión, gran energía vital y un estímulo adecuado
en el camino que este hace para edificar su identidad, donde
una mujer perdida queda en el inconsciente y ansía encontrarla.
En el caso de una niña que se enamora es que ha perdido al príncipe
de sus cuentos infantiles y aparece representando el hombre
de sus sueños. Según otras opiniones, antes de que aparezca
el verdadero amor, ya se han elaborado las características esenciales
de ese ser a quien vamos a amar. Esto se debe a que entre los
5 y 8 años, se realizan asociaciones con amigos, miembros de
la familia, con experiencias o hechos accidentales, que hacen
desarrollar los mapas mentales que permiten clasificar a las
personas que luego amaremos. Estudios sociológicos han demostraron
que ciertos patrones se repiten en personas de distintas culturas.
Se han estudiado también, los componentes del deseo y se ha
comprobado que toda la gente busca en su pareja la comprensión,
la amabilidad, la inteligencia, la confiabilidad, la estabilidad
emocional, que sea atractiva, poco exigente y sana. En otras
culturas se especifican rasgos especiales para establecer un
vínculo amoroso, para los chinos es indispensable la virginidad,
mientras que para la mayoría de los holandeses y suecos es una
condición irrelevante. También se repiten en distintas culturas
diferencias universales entre el hombre y la mujer a la hora
de elegir una pareja. Las mujeres buscan hombres ambiciosos
con una buena posición económica o por lo menos con el potencial
para llegar a ella, una posición social decente y generalmente
que sean unos años mayores. El hombre, en cambio, busca el atractivo
físico, la juventud, características de fertilidad y reproducción.
Aparece también el problema que no todas las personas cuentan
con una lista completa de las cualidades deseadas, es acá cuando
surge decir que el amor es ciego. Existe también la ley del
equilibrio, donde las personas deseables buscan personas con
las mismas características, como las persona inteligentes y
eruditas, buscan personas con estas características para poder
compartir con ellas sus ideas y sus conocimientos.
La admiración:
A pesar de lo que creemos la admiración está muy cerca del amor.
Esta se aproxima a la fascinación, y cuando encontramos un atributo
que admiramos en una persona inmediatamente dirigimos nuestra
atención a ella. Esta admiración nos hace dejar de lado el aspecto
físico, ir a un nivel más íntimo y menos superficial. Decimos
que nos estamos enamorando cuando superamos esa admiración,
que casi siempre es a nivel inconsciente, y comenzamos a profundizar
nuestros sentimientos.
La admiración es más firme que la sola atracción física, ya
que además del deseo, implica la amistad y la afinidad. Cuando
aparece la admiración, el sexo deja de ser lo más importante
y pasa a se un complemento. Es así como una persona brillante,
que no es bella físicamente, puede llegar a deslumbrarnos por
su intelecto de tal manera, que nos resulte atractiva, no garantizando
el deseo, pero, crea una fuerte posibilidad.
La afinidad es otra condición que hace atractiva a una persona,
permite la comprensión mutua, no exige explicaciones, ni causa
malentendidos. Una buena base para el amor es el entendimiento
mutuo y los gustos similares. La persona se hace más atractiva
cuando se crea una simbiosis entre la persona y el placer de
la afinidad.
El aspecto físico y el amor:
A pesar que la afinidad y la admiración son esenciales para
el amor verdadero, también lo es el aspecto físico. Cuando la
admiración y la afinidad se presentan sin deseo sexual no se
supera más que una muy buena amistad, es cuando sentimos ser
hermanos del alma. Los desencuentros amorosos y las frustraciones
surgen cuando una de las personas siente amor verdadero y la
otra no se siente atraída de la misma manera. Si bien el aspecto
físico es lo primero que nos atrae de una persona, nos enamoramos
profundamente de la personalidad más que de un cuerpo. La atracción
física depende de numerosos factores que se vinculan a la experiencia
social de cada sexo. Así se da que una mujer con gran atractivo
físico, para escalar en su imagen social, suele buscar un hombre
con muy buena posición económica. Lo mismo ocurre para el hombre,
logrará escalar en el mundo social si conquista a una mujer
atractiva. Estas relaciones se tornan peligrosas cuando se llega
a los extremos, por ejemplo, una mujer no conseguirá el amor
verdadero si no mira más allá del contexto en que se presenta
un hombre, y un hombre no sentirá más que frustraciones y rechazos,
si solo le atraen mujeres jóvenes, delgadas, altas, con imagen
de modelos. Hay que tener en cuenta que si bien, es importante
el atractivo físico y las apariencias, estas no nos aseguran
el amor.
La química del amor:
Se debe establecer que, además de las estructuras mentales que
hacen que nos enamoremos, existe en el amor un componente químico.
El estado de enamoramiento está determinado por descargas neuronales,
reacciones emocionales y hormonales. Cuando nos encontramos
con la persona indicada, el sistema nervioso comienza a enviar
mensajes a todas las glándulas del cuerpo, por medio del hipotálamo.
Inmediatamente aumenta la producción de adrenalina por intermedio
de las glándulas suprarrenales. Es así como empezamos a sentir
numerosos cambios, aumenta la presión arterial, se incrementa
la capacidad muscular, liberándose grasas y azúcares, la frecuencia
cardiaca comienza a aumentar llegando a 130 pulsaciones por
minuto, se mejora el transporte de oxígeno a través de la sangre,
ya que hay aumento en la producción de glóbulos rojos. Muchos
consideran al amor como una enfermedad, porque provoca en el
organismo una reacción tan intensa que se asemeja a otras patologías.
Cuando aparece el amor, el sistema nervioso comienza a enviar
órdenes a todo el organismo y el intelecto no puede hacer nada,
es así como se ven afectados los folículos pilosos, las glándulas
sudoríparas y las lagrimales, el músculo intestinal, la vejiga
y los genitales.
Hay determinados compuestos químicos que produce el organismo
y éstos se combinan entre sí de tal manera que los enamorados
no sienten cansancio o sueño cuando están juntas. Científicamente
está comprobado que, cuando nos enamoramos en el cerebro se
produce una sustancia llamada feniletilamina, que es un compuesto
que proviene de las anfetaminas, también el cerebro segrega
dopamina, responsable de desear algo y de repetir cualquier
acción que nos provoque placer, además de norepinefrina y oxiticina,
que maneja el deseo sexual. La feniletilamina disminuye cuando
aparece una desilusión amorosa, y es así que se produce un síndrome
de abstinencia, que lleva en muchos casos, al consumo de chocolates
que es el alimento más rico en feniletilamina. Mientras dura
el amor, la actividad de esta sustancia permanece en el cerebro
durante dos o tres años o en algunos casos un poco más. Cuando
se termina este proceso es cuando se termina el amor. Sabemos
también que tras el enamoramiento sobreviene la etapa donde
el compañerismo el respeto, la tolerancia, la admiración, pasan
a ser las bases de una relación que puede durar muchos años
y ser muy feliz.
El amor y sus tres elementos:
En una pareja que se une coexisten tres elementos o factores
emocionales que se relacionan con el deseo, definido
por Eros: es el amor pasional, el deseo sexual, el enamoramiento,
la posesión. Acá se desarrolla la faceta egoísta, donde se manifiesta
el Yo que desea, que quiere poseer, que anhela ser el único.
Por condición natural, Eros es conflictivo y dual, ya que en
el mismo instante nos puede elevar al cielo o al infierno; con
la ternura, definida por Ágape: es la ternura, el amor
que no pide nada a cambio, la suavidad. Es el amor de entrega,
libre de egoísmos, es el amor de la bondad. No se trata de un
amor irreal o ideal, sino todo lo contrario, es capaz de amoldarse
a la otra persona sin que esto sea un sacrificio; y la amistad,
definida por Philia: trasciende el Yo, para formar la pareja
Yo y Tú, donde la emoción principal es la alegría de compartir,
la reciprocidad para estar tranquilos y pasarla bien. No aparece
el placer como un sentimiento egoísta. Los momentos de felicidad,
de esta pareja que se ha formado, se deben al equilibrio de
estos tres elementos. Cada una de estas partes es primordial
en el desarrollo del amor verdadero y es imprescindible para
el comienzo de la atracción y la posterior relación basada en
la afinidad y el amor. Consultas de Tarot con la autora Marcela >>
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