La palabra, que es algo más que un conjunto de sonidos, se convierte en una herramienta que nos ayuda a expresarnos, relacionarnos, hacer nuestro todo aquello que percibimos, comunicar nuestro amor o nuestro odio, hacer sociedades, crear vínculos, etc. si nos diéramos cuenta de cuanto decimos de nosotros con las palabras, nos mantendríamos más tiempo en silencio.
A través de ellas podemos determinar el origen, los gustos, las características de la familia, de su mundo, quien es la persona que habla de sí misma, por lo que debemos saber porque elegimos ciertas palabras, cuales debemos hacer nuestras y cuales debemos desterrar de nuestro vocabulario. Todo aquello que decimos y como lo decimos esta relacionado directamente con nuestras creencias, solo basta con revisarlas para lograr disfrutar de sus beneficios.
Desde nuestra infancia escuchamos repetidamente una serie de expresiones o palabras como "sois desordenado", "sois igual a tu padre", "sois demasiado inquieto", etc., que se hacen muy difíciles de diferenciarlas de las concepciones que podemos tener de nosotros mismos.
Debemos realizar un proceso conciente para lograr modificar los que creemos de nosotros basados en todo lo que hemos escuchados desde chicos. Del mismo modo que nuestros padres nos han enseñado a caminar, a comer, nos han enseñado también a menospreciarnos o a valorarnos, porque las palabras forman nuestras creencias.
Es necesario para lograr una vida emocional sana, revisar, a medida que vamos creciendo y madurando, las frases que fueron sembradas y que han crecido en nosotros, y que han dado forma a nuestras creencias.
Estas creencias, que no es ni más ni menos que aquellos acontecimientos o hechos que damos por verdaderos, pueden estar equivocadas, por lo debemos ver el rumbo que tenemos que seguir.
Suele ocurrir que si nos han inculcado que somos iguales a nuestro padre por ejemplo, se nos ha metido tanto ese concepto que no somos capaces de revisarlo y no ponemos ningún tipo de duda en ello, creemos ciertamente que somos iguales y seguimos ese camino.
Debemos entender que nunca es demasiado tarde, y que no sé es demasiado viejo para cambiar ciertos conceptos y empezar a ser lo que verdaderamente somos. Una vez que se ha tomado conciencia del poder de las palabras y de las creencias, y como han influido en nuestras elecciones, será tiempo de exigirse más para poder elegir muy bien lo que se va a utilizar, lo que quieras decir y más aún considerar como apropiado.
Ya no importaran las creencias o las palabras que están arraigadas hasta el día de hoy, lo único que se debe entender es que todo eso que nos han inculcado puede ser reemplazado por una actitud superadora.
Solo nosotros debemos ser dueños de nuestras palabras.
Las palabras conducen las emociones, porque cada vez que expresamos lo que sentimos, las liberamos, ya que no podremos hacerlo solo pensando. Cuando pensamos y pensamos en algo y no lo expresamos, esa emoción queda encerrada dentro de nosotros y tarde o temprano nos termina enfermando. Generalmente las palabras de menosprecio hacia nosotros, como "no puede", "no sirvo", influyen de manera muy negativa en nuestras emociones, y desencadenan la depresión, la culpa, la vergüenza, o la ansiedad.
Nos predisponen de la peor manera, ya que esas expresiones solo conducen a dañar nuestra autoestima. Nos causan una carga que cada día se hace más pesada y comienzan a destruir nuestros proyectos y nuestros sueños, porque nos comenzamos a sentirnos incapaces, inseguros, hasta llegar a ser infelices. Es necesario comenzar a controlar esos pensamientos negativos que nacen cuando nos decimos a nosotros mismos que no servimos para tal o cual cosa, que no tendríamos que estar en el lugar en el que estamos, ya que esto provoca nuestro propio desprestigio, ocasionando posibles fobias y temores que no nos conducen a nada, de nada sirve adelantarse a los acontecimientos. Lo mejor que podemos hacer cuando nos enfrenamos a una determinada situación, como una entrevista de trabajo por ejemplo, es que aprendamos a liberarnos de esas emociones negativas contenidas, y empezar a escuchar con atención, de un modo objetivo, para predisponernos de forma positiva y empezar a comprender y expresar con palabras lo que realmente somos. Es importante reflexionar sobre nuestras palabras, ya que éstas hablan sobre lo que somos íntimamente.
Es necesario descubrir cuales son nuestras creencias, donde nos movemos y sobre todo como nos ven los demás. Para ello podemos comenzar prestándole atención a las palabras que más utilizamos, sobre todo cuanto de negativo o positivo tienen éstas.
Observar en cada caso cual es la finalidad de nuestras palabras, ya que solemos tomar determinadas posiciones cada vez que nos comunicamos con los demás, las utilizamos para criticar, para reflexionar acerca de un determino tema, para relatar sucesos diarios, para justificar ciertos hechos, para hacer reír, etc. Debemos revisar el tiempo que llevamos utilizando las mismas palabras durante los últimos años, si las hemos cambiado o si seguimos usado las mismas que usamos durante nuestra adolescencia. Es importante tener en cuenta los temas de los cuales hablamos, que generalmente son los que nos preocupan o nos interesan.
Tendremos que revisar también si hablamos siempre de los mismos temas, de dinero, de autos, de los éxitos, etc.
Estamos inmersos en una sociedad con una amplia vida personal, con una historia propia, y deberíamos preocuparnos porque nuestras palabras estén acordes a nuestra situación personal y nuestra edad.
Como
construir nuestro futuro a través de las palabras:
Para comenzar a dar pasos firmes durante este 2009, es necesario recobrar la confianza en nosotros mismos pensando en positivo y desterrando aquellas expresiones que no son buenas compañeras como la mentira, los chismes, la obsesión por tener la última palabra, podremos así conseguir todo aquello que deseamos y necesitamos para llegar a ser felices. No se necesita mucha magia, solo basta con dejar atrás el pasado, modificar todos aquellos modelos que nos tiran para atrás, decir todo lo que es positivo para nosotros mismos pero también, para nuestro entorno.
Las palabras que elegimos, y las que decimos en primera instancia nos deben convencer a nosotros mismos. Cuando usamos términos que no son de nuestro agrado y no nos identificamos con ellos, será muy difícil crear un efecto positivo en nosotros mismos y menos aún podremos transmitir algo que sea recibido favorablemente.
Porque una palabra no será efectiva solo porque la digamos sino que debemos creer en ella. Para que genere un efecto positivo tiene que tener una emoción que se corresponda con ella, para lo cual será suficiente con modificar nuestras creencias con un claro objetivo y buena voluntad.
El cambio comenzará a producirse cuando eliminemos las palabras autodestructivas, como estoy "harto de hacer lo mismo", "soy demasiado viejo para esto", "no puedo perder tiempo con esta persona", etc., las palabras críticas como "me causas dolor de cabeza", "me voy a morir de un disgusto", "ninguno de mis hijos salieron a mi", etc., las que nos hacen faltar nuestro propio respeto, "siempre hago lo que no debo", "estoy demasiado gorda", "siempre me equivoco", "no soy confiable" etc.
También se debe evitar poner en duda lo que creemos, es necesario darle crédito a que estamos en camino al cambio, a desterrar esas palabras que nos condenan a formar emociones negativas, y sobre todo, se debe ser constante en este deseo de cambiar.
Sabemos que la palabra nos puede derrumbar, pero también si hablamos en positivo y si escuchamos atentamente las valoraciones positivas que hace los demás de nosotros, nos permiten revalorarnos mucho más.
Otras cosas que debemos desterrar son los chismes, que hizo este, que hizo aquel, son frases que no generan nada a favor ni de quien las dice ni quien las recibe. Generalmente ocurre que toda aquella persona que habla constantemente mal de los demás, critica en los otros lo que no les gusta de sí mismo. Comúnmente son personas que se exigen demasiado o no se quieren a sí mismas, porque en lugar de ver y resolver sus propias incapacidades se encargan de observarlas en los otros. Son personas que solo observan en los otros lo negativo, sin valorar ni ver algo positivo. La crítica es su gran tema de conversación. El menosprecio de los otros les ofrece seguridad.
Pierden la oportunidad de ayudar a los otros, ya que los viven subestimando.
Las mentiras sería otro punto a considerar, ya que éstas generalmente esconden la inseguridad, la vergüenza, la falta de valor, la culpa.
La mentira deja un gran sabor amargo, no por el solo hecho de ofender a otros, sino porque desencadenan en nosotros culpas o muestran también incapacidades. Cuando se recurre a la mentira se hace con total libertad, ya que se hace por una cuestión de conveniencia, o porque no aceptamos algo, queremos huir de la realidad. Sirven como una vía de escape para justificar decisiones que hemos tomado apresuradamente o inconcientemente, para justificar algún error o falta, como una falta de entrega a tiempo de algún trabajo, y en numerosas ocasiones que suelen ser más o menos graves según las personas o circunstancias.
Las mentiras en el mayor de los casos sirven para evitar el rechazo del otro o para ocultar lo que verdaderamente somos. Todas estas situaciones llevan a deteriorar las relaciones. Creamos una realidad basada solo en nuestros deseos cuando hacemos uso constante de la mentira, y nos podemos llegar a confundir, ya que empezamos a crear una imagen distorsionada de nosotros mismos. La verdad es la única que nos brinda paz y seguridad a nuestro entorno y sobre todo a nosotros mismos, ya que la felicidad y el bienestar solo se puede construir sobre bases sólidas.
Cuando las palabras se usan para imponerse permanentemente o para querer siempre tener la razón, desarrollan emociones que nos provocan el alejamiento de los demás y nos exponemos a sentir rabia y resentimientos con los otros, tensión muscular, un gran estado de mal humor.
Además las discusiones suelen seguirse hasta el final, sin importar las consecuencias o cuanto podemos herir a los demás.
Nos conducen a priorizar nuestras propias opiniones y deseos, sobre los de los otros. Nos conducen a estar presos de nuestras propias ideas que pueden estar equivocadas, y nunca se podrán modificar si no sale de esta postura. También podemos utilizar las palabras para determinar que es lo que deberían hacer los demás, solo para imponer nuestras exigencias. "Deberías entenderme un poco más", "no debes hacer esto", "tenés que hacer lo otro", son frases que se suele utilizar, olvidando que también nosotros somos falibles y que es tan importante nuestra felicidad como la de los otros. Sobre todo deberíamos tener en cuenta que más de una vez, tanta exigencia nos conduce solo a la infelicidad y a la soledad.
Por todo esto, deberíamos considerar que los chismes, la mentira y la obsesión por querer tener siempre la razón, impiden que podamos vernos tal cual somos, impide que nos reconozcamos y sobre todo, nos impide modificar los malos hábitos y las malas conductas, que no solo son perjudiciales para nosotros sino también que perjudican a nuestro entorno.
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