Debemos en primer lugar definir que es la frustración. Pues bien, la frustración es una situación o una vivencia emocional en la cual un proyecto, un deseo, una necesidad o una ilusión no pueden ser cumplidas o no se pueden satisfacer. Ante una misma situación, hecho o evento que nos provoca una frustración, todos respondemos o reaccionamos de distintas maneras, podemos enojarnos, entristecernos, también amedrentarnos o bien asustarnos, es decir podemos vivenciar esa situación de diferentes modos. Ese hecho, es un evento que se caracteriza por tener un deseo, un proyecto, una ilusión o una necesidad que no se ha podido cumplir con respecto a una circunstancia exterior. Para lograr manejar esa frustración y mantener la valorización de uno mismo y, ponernos en una postura activa ante las circunstancias que se nos presentan en el entorno al cual pertenecemos, debemos poner todo nuestra energía para aceptar ese evento interno tal cual se nos presenta. Por otra parte lo que nos dice la psicología, el Análisis Transaccional, o el psicoanálisis, es que la frustración la debemos manejar poniendo la energía en el "adulto" para que así, éste acepte el hecho y mantener de esta manera una posición benéfica. Antes de dirigir esa energía al "adulto" es menester instar al "niño" a aceptar esa frustración mediante una serie de mensajes que tendrán que ser enviados por el estado del "Yo padre". Luego de esto el "adulto" será quien maneje todos los sucesos que provocaron esa frustración. Hay que considerar además que esa frustración, tenida en cuenta como vivencia y no como un hecho o situación, a pesar de ser desagradable no se la puede considerar en sí misma como una patología. Esa energía puesta en el mensaje del "padre" al "niño" que ayudará a dominar las vivencias negativas de ese niño, es un componente muy necesario para poder salir de toda vivencia desagradable, permitiendo de esta manera que todas las emociones ligadas a la experiencia, ya sea de angustia, ira o tristeza, no logren provocar un desborde. De esta manera el "padre" no llegará a sobrepasarse aunque el "niño" tenga una emoción muy fuerte. Cuando tenemos una relación explicita o implícitamente comprometida, ya sea con un profesor, un camarada, un operario, un padre, un hijo, un cónyuge, etc. y este integrante de la relación no cumple con las tareas estipuladas dentro de la relación, nos sentimos frustrados y esto resulta normal. Cuando nos falta algo tenemos muy baja tolerancia a la frustración y en relación con esta falta se produce en nosotros, ante el mínimo estímulo, la emoción de ira, temor o angustia. Cuando tenemos una baja tolerancia a la frustración, sentimos que nos falta algo y como consecuencia de esa falta, ante la mínima situación comenzamos a sentir ira, enfado, tristeza y miedo. Tenemos una buena tolerancia de la frustración cuando nuestro mensaje paternal interno nos permite, frente o a pesar de la frustración, seguir amando y trabajando. Cuando nuestro nivel de tolerancia a la frustración es muy alto para llegar a enfurecernos, asustarnos o entristecernos necesitamos un nivel muy alto de sucesos frustrantes. Para poder superar o por lo menos manejar las frustraciones, es necesario que tengamos o que podamos integrar, los mensajes familiares que nos permitirán aceptar, elaborar y poder actuar cuando nos enfrentamos a una situación frustrante.
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