Todos los hechos que dan a conocer santos que han levitado, ocurrieron entre los siglos XVI y XVIII. Durante estos siglos se han aparecido más de 200 santos que en algún momento de su vida levitaron.
A partir de esta época el número de estos actos de levitación, disminuyeron considerablemente, como si aquellos santos hubieran sido mejores que los posteriores a esa fecha. José de Cupertino que vivió en Asís, de donde era oriundo San Francisco, en el siglo XVII, fue un clásico de la levitación. Durante su levitación permanecía durante unos minutos, pegado al techo, teniendo que aferrarse a los muebles para lograr evitarlos. Si bien en un principio se sintió bastante molesto, luego de acostumbrarse, terminó ayudando a llevar objetos a los lugares altos del convento. Este santo fue una vez observado por el embajador de España mientras rezaba. Arrodillado dirigió su mirada a la virgen, comenzó a elevarse y terminó pegándose al techo, donde se mantuvo durante un par de minutos, para luego descender lentamente como una hoja de papel. En el siglo XVIII en Nueva España, se conoció el caso de un franciscano llamado Antonio Margil, que con los brazos en cruz comenzó a levitar dando vueltas en el techo del convento, frente al sorprendido padre Jerónimo García. Santa María Magdalena, cuando entraba en trance místico, sentía que se elevaba, pero permanecía de rodillas sin moverse de al lado de las otras monjas. Pero el 3 de marzo de 1592 se elevó a una cornisa ubicada a ocho metros de altura, luego de entrar corriendo a la Iglesia. Una vez arriba besó el crucifijo que llevaba y con su velo secó el sudor de su cuello. San Felipe de Neri que vivió en Italia en el siglo XVI, era un hombre delgado, de avanzada edad y de gran prudencia. Sufría de un gran calor por lo que debía abrir las ventanas hasta en pleno invierno. Cualquiera que le tomase la mano debía retirarla inmediatamente por el calor que irradiaba. Ese calor se propagaba hasta la garganta y esto coincidía justo con el momento de levitación.
La hija del virrey de Nápoles, santa Catalina de Génova, en el momento mismo de entrar en trance místico y levitar o creer que levitaba, sentía ardores tan fuertes que no podía resistir ni el contacto de su ropa. El exagerado funcionamiento de la glándula tiroides coincidía con estos síntomas.
A la religiosa del convento de carmelitas de Capri, Serafina de Dios, le irradiaba luz de su rostro y sus ojos brillaban, cuando rezaba arrodillada. También aquel que la tocaba se quemaba. Esta mujer, que también en algún momento de su vida levitó, sentía que un fuego interior la consumía y que su sangre le hervía. Murió en 1699 exhausta por tanto calor y aún, después de 24 horas de transcurrida su muerte quien pusiese la mano en su pecho, se quemaba. Muchas veces este fenómeno era acompañado de un halo.
Otro caso fue el de Teresa de Jesús, quien con la complicidad de las religiosas del convento, mantuvieron el secreto durante mucho tiempo, por el terror que les provocaba ser testigo de algo que no comprendían. Se descubrió este hecho, durante una misa en la que las religiosas desfilaban para recibir la hostia. Cuando Teresa de Jesús se arrodillo, surgió en su rostro una expresión celestial que continúo con un grito de terror. Comenzó a elevarse en el momento justo en que recibió la hostia, a la vez que los pies iban despegándose del suelo, la religiosa se resistía desesperadamente. Luego que pasó el susto de ver a Teresa elevarse por el aire, aceptaron de manera irremediable de que si Teresa se elevaba por el aire, era porque así, lo había ordenado Dios.
¿Es necesario ser santo para levitar?
Se podría llegar a pensar que solamente los santos, luego
de entrar en un éxtasis místico profundo y, en cierto caso,
en un exagerado funcionamiento de la glándula tiroides,
poseen la capacidad de levitar. Pero esto no siempre es
así. Un consejero británico del gobierno de Nepal, en 1951,
vio como un joven caía pesadamente, luego de elevarse unos
cincuenta centímetros del piso, sin utilizar ningún truco.
El inglés observó perplejo, en varias oportunidades, este
fenómeno.
Luego se enteró que el joven levitaba, sin poder evitarlo
y con gran frecuencia.
Puede ser que un poder misterioso, incontrolable y desconocido,
hace que una persona normal y corriente pueda elevarse a
su antojo. El libro sagrado de la India explicaba que los
adeptos a las ciencias avanzadas, los Siddhas, tenían la
capacidad de convertirse en ligeros o pesados cuando querían.
También, de acuerdo a las tradiciones y a ocasionales testimonios,
los faquires también tiene la facultad de levitar. El Maharishi
Mahesh Yogi, en 1977 decía que cualquiera que se lo propusiese
podía levitar, siempre que lograra la coordinación perfecta
entre la mente y el cuerpo. Además aconsejaba como lograrlo.
El texto que encierra las enseñanzas de yoga, indica los
puntos que se deben seguir para poder levitar, en primer
lugar dice que la persona debe buscar cualquier objeto en
el que debe fijar su atención, a continuación debe olvidar
todo lo que no sea ese objeto para poder mantener la concentración
por largo rato, a partir de acá la persona ya esta preparada
para levitar.
Uno de los médium más prodigiosos, si de fenómenos paranormales
hablamos, es el escocés Daniel Dunglas Home. Nació el 20
de marzo de 1833 cerca de Edimburgo, capital de Escocia.
Por otro lado se dice que el 21 de junio de 1886 emprendió
su vida espiritual. Su tumba esta ubicada en el cementerio
de Saint-Germain, cercano a Paris, y en ella hay una cruz
blanca hecha en mármol. Desde muy pequeño empezó a manifestar
ciertos dones que sorprendían a su propia familia, a pesar
que algunos de sus integrantes ya contaban con poderes extrasensoriales,
como el tío y la madre, que eran videntes. Daniel describió
a los cuatro años de edad la muerte de su prima, hecho que
se confirmó dos días después. Ante el temor de su madre,
al comprobar que el niño superaba a la familia, lo envió
con una tía a Estados Unidos. Durante su vida en este país,
y a los trece años, se hizo amigo de un tal Edwin, con el
que se reunía a leer la Biblia. Habían pactado que el primero
que muriera le avisaría al otro, es así que Daniel despierta
una noche del mes junio de 1846, con la presencia de Edwin
a los pies de su cama. Este estaba rodeado por una luminosa
aureola y luego de sonreírle, desapareció. Daniel les informa
de la muerte de Edwin a sus tíos a la mañana siguiente.
Cuando se confirma la noticia, los tíos se asustan mucho,
más aún, cuando las sillas comienzan a moverse solas, los
objetos vuelan por el aire y se escuchan golpes en las paredes
y los muebles. Después de esto, los tíos lo echan de la
casa pensando que su sobrino tenía el demonio dentro. Es
así como Daniel empieza a vagar por todo el país, mientras
que los muebles seguían moviéndose a su alrededor, hasta
él mismo se elevaba por el aire.
A los 18 años, conoce a una médium muy popular, Mrs. Hayden.
Ésta, luego de descubrir sus extraordinarias facultades,
lo lleva a la Universidad de Harvard para que médicos y
profesores lo vean. En 1851 muestra por primera vez su acto
de levitación en la ciudad de Cleveland, en el Primer Congreso
de Espiritistas. Subía y bajaba a su antojo y ya no tenía
temor a caer. Además tocaba un acordeón, elongaba y a distancia
hacia sonar campanas.
En 1855 enfermo de tuberculosis regresa a Inglaterra, pensando
que el clima de ese país iba ser beneficioso para su salud.
En Londres fue recibido con gran entusiasmo, a tal punto
que olvida su enfermedad y sigue demostrando sus facultades.
Se hospeda en un hotel a cuyo dueño le gustaba el espiritismo
y el ocultismo. Luego de que Daniel lo sorprende haciéndole
aparecer un botellón de vino, el dueño organiza una velada
a la que invita a físicos muy conocidos.
Más tarde se le informaría al periodismo que Home era capaz
de mover y levantar por el aire una mesa sin tocarla. Luego
participó de una reunión en la que había numerosos interesados
en la metapsíquica, a pesar que no le gustaban las muchedumbres,
mostró sus facultades. Hizo que los integrantes se tomaran
de las manos, luego de cerrar las cortinas y encender unas
velas.
Después de cinco minutos se comenzaron a oír golpes en la
mesa, en los muro y en el piso, hizo colocar un acordeón
sobre la mesa, el que empezó a sonar sin que nadie lo tocase.
Pero lo más aterrador es lo que le ocurrió a uno de ellos,
comenzó a transpirar mientras que decía que alguien le tocaba
la mano, luego se desato el pánico cuando de su pecho surgió
una mano que acariciaba los cabellos de la persona que se
encontraba a su lado.
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