Para poder empezar a manejar nuestras frustraciones debemos, primero, saber cuales son los motivos por los cuales nos volvemos intolerantes ante la frustración. Se puede decir que el primer motivo es provocado por los padres, ya que éstos son los que, frecuentemente, causan las situaciones frustrantes. Son aquellos padres que en lugar de contener la frustración, que por otra parte, es una de sus tareas, pasan a ser realmente el origen de la frustración. La segunda causa es la sobreprotección. Son aquellos padres que prodigan tanto cuidado incondicional, que evitan que el niño sufra algún tipo de insatisfacción o experiencia frustrante. Es así, como ese niño jamás podrá experimentar situaciones o hechos de frustración. Hay que tener en cuenta que en la vida pasamos por situaciones frustrantes, ya desde muy pequeños. Esto se puede dar, por ejemplo, cuando queremos, siendo niños, algo que tiene nuestro hermanito o nuestro mejor amigo y estos no lo quieren prestar, es el momento en que empezamos a manifestar nuestras primeras experiencias de frustración y la damos a conocer por intermedio del llanto o de la ira. El papel de los padres es aquí muy importante ya que tienen la tarea de hacerles comprender, a sus hijos, que el otro tiene sus propios límites y que estas situaciones son parte de la realidad.
Debe hacerle entender que no todo gira en torno a su voluntad, que se tiene que adaptar al mundo al que pertenece y que este gira de forma independiente a su propia voluntad. El niño debe entender que todo no se hace de acuerdo a su voluntad, y así podrá aprender, de esa primera frustración, que él no tiene todo el poder sobre las cosas y las personas. Suele ser muy común que algunos padres adopten otra postura y en lugar de enseñar a manejar la frustración, son fuente de ella y así, el ahora niño, no sabrá nunca a quien dirigirse para aprender a afrontar las situaciones o experiencias frustrantes. Por otro lado, hay algunos padres que tratan por todos los medios evitar situaciones frustrantes o de insatisfacción en los niños. Cuando se satisfacen todos los deseos, las necesidades, las ilusiones, las personas no pueden adquirir el entrenamiento fundamental para manejar la frustración y luego sucederá que, ante la primera y mínima experiencia frustrante. Se sentirá desbordado. Hay que tener en cuenta además, que este aprendizaje, para poder manejar las frustraciones, no se puede hacer en un instante. Siempre para llevar a cabo este aprendizaje se necesita contar con alguien que nos vaya guiando en este camino, alguien que nos muestre que no siempre lo que queremos esta al alcance de nuestra mano, que lamentablemente ciertas cosas no son posibles, pero hay que aceptarlo. Que la vida tiene límites, que las cosas que queremos tienen límites, que las demás personas también los tienen, por lo cual no se pueden conseguir algunas cosas. Esto permitirá canalizar la frustración de la propia omnipotencia, que si no se subsana, conducirá a una vivencia representada como impotencia. Por lo común se tiene la frecuente creencia de que si hacemos todo lo posible, si nos esforzamos y si cumplimos las cosas al pie de la letra todo lo que se desea es posible y que cualquiera puede conseguir todo lo que quiere. Otra de las cosas que, comúnmente, se cree es, que cuando uno es fuerte y se aguanta o logra complacer al otro, esa persona no llegará a frustrarnos. Ambas creencias pueden ser modelos de vida que permiten mantener latente la ilusión de que así se evitarán las frustraciones. Hay que tomar conciencia que las frustraciones son parte de nuestra vida, así como lo es el placer y el sufrimiento. Lo importante para crecer como persona, en esta vida, es necesario aprender a asumir la vida con sus placeres y sus tristezas, teniendo en cuenta los límites de la realidad y de nuestra vida. Es condición esencial aprender a tener en cuenta y aceptar los límites de los otros, los propios y los de la realidad que nos circunda.
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