Sabemos que no podemos tener el dominio del conocimiento, el cual nunca es total. Reconocer la ignorancia es saber que carecemos del completo entendimiento de las cosas.
Este reconocimiento es un acto sagrado, que trasforma la experiencia ordinaria en una abertura de la posibilidad infinita. Este es un camino hacia Dios, hacia el infinito, no es una hipótesis intelectual. Podemos nombrar fácilmente las cosas, la casa, el auto, el trabajo, etc. lo difícil es saber quien es uno mismo, es acá donde no hay una respuesta que se ajuste. Aún cuando surgen, constantemente, de nuestra conciencia ideas, pensamientos, sensaciones, no conocemos al yo conciente que vive debajo de todo esto.
Le podemos poner un nombre a las cosas que pensamos o que percibimos dándonos la idea de un conocimiento limitado pero, nunca podremos conocer de la misma forma a aquel que conoce. Podemos tener un conocimiento relativo de las cosas mientras se permanezca en la conciencia de sujeto-objeto, pero no llegaremos a conocerlas en su plenitud. La transformación es el desafío de convertir en unidad el sujeto y el objeto. A través de ser uno, con nosotros mismos, a través de esa identidad obtendremos el conocimiento directo. Cuando llegamos a unir lo interno con lo externo, nos amigamos realmente con nuestro mundo, en un vivo ida y vuelta de vivencias. Es en la apariencia donde esta mezclada nuestra conciencia ordinaria. Empezamos a hablar de una nueva forma de atención que tiende un puente en esta separación. Comenzamos a reconocer la realidad relativa de la experiencia propia, mientras nos movemos en la vida. La mente exterior comienza a regresar a su fuente. Comenzamos a movernos en un nuevo nivel de energía y entendimiento justo, cuando la propia experiencia y el propio yo, que la hace real, se juntan. El mundo, que sigue siendo el mismo, comienza a tener un sentido nuevo de presencia y significado.
Podemos saber y estar seguro de ello. En el sentido habitual, la apariencia de acierto y de conocimiento, significa, siempre, que estamos trabajando dentro de un contexto limitado. Alrededor de la experiencia propia hemos puesto un relativo límite. Se llama normalización, al proceso por el que se sacrifica la verdad por la practicidad. Siempre esta normalizado, sea cual fuere el nivel de conciencia desde el que estamos trabajando, en relación al más amplio misterio de la vida, lo que nos hace posible pensar y actuar que conocemos quienes somos y lo que creemos. En una normalización inconciente, inseparable al suceso que apenas trabajamos desde unos escasos posibles eternos niveles de conciencia. Mientras, nos seguimos hundiendo en la ilusión. En volver hacia todo lo que esta en nuestro corazón es el misterio de la ignorancia. Atenúa la escabrosa realidad sujeto-objeto que es nuestra. La llave de estar vivo es reconocer la ignorancia, que no significa actuar ignorantemente, es estar vivo. A medida que las fuerzas del yo se distiendan, se ablandarán y se harán irrelevantes o ambiguos los hechos concretos y aparentemente duros de la vida. Reconocer a la ignorancia como algo propio de la comprensión de la realidad por medio de nuestra conciencia, nos conducirá a una dimensión más allá de las vivencias que nos ligan a la vida y a los demás.
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