Con la llegada del verano llega la angustia de mostrarnos,
el traje de baño y los rollos nos están mostrando que no estamos
preparados para mostrarnos ante los demás. El espejo nos conduce
a las mayores críticas acerca de nosotros mismos, de lo que
somos y de lo que no somos. Frente a los lamentos y acusaciones
nuestra estima sucumbe acribillada, en el fondo de nuestro
ser. Quien puede quererse cuando encuentra que la balanza
hizo una gran es escalada hacia arriba, cuando la ropa de
verano le queda chica, cuando se siente un monstruo. Todos,
con la aparición del tiempo lindo, repiten la dificultad de
aceptarse a sí mismos. Es común esta dificultad de aceptación
en las adolescentes bulímicas y anoréxicas que arriesgan su
vida jugando con el hambre y los alimentos. En señoras exitosas
que son capaces de hacer todo en la vida pero no pueden ser
flacas. En individuos que se sienten mal, sin saber por que,
pero si saben que les sobran algunos kilos. En grandes profesionales
de los sacrificios más variados, pero que aún así no pueden
adelgazar. Todas las historias y características de estas
personas se unifican en una sola idea, la comida es más fuerte
que ellas. Esencialmente la dificultad de quererse y la emoción
de displacer, como la angustia, la insatisfacción, el enojo,
el aburrimiento, es lo que lleva a esas ganas de comer. Pero
cómo podemos aceptarnos si las personas que nos rodean, marido,
novio, madre, nos hablan constantemente de nuestro sobrepeso.
Si no me puedo mirar en el espejo, si los amigos se burlan
de nosotros, si no recibimos piropos de los hombres. Cuando
a diario decimos que estamos gordos, estamos expresando algo
más que no estar en línea, estamos diciendo que no somos aceptados,
por lo cual debemos mejorar. Se comienza a pensar que todo
lo que se es no es bueno y que esto es por culpa de los demás.
No podremos cambiar si entramos en pelea con nosotros mismos
o con los otros y no conseguiremos nada positivo si nos sometemos
a una crítica despiadada, a una falta de amor hacia uno mismo.
Difícilmente lograremos ser felices si nos tratamos con dureza,
con crueldad, con exigencias y reproches. Toda la crítica
y agravios que nos proferimos cuando no sube el cierre del
pantalón, cuando la balanza nos muestra el aumento de peso,
solo nos conducen a una acumulación de angustias muy difíciles
de soportar. Todo esto nos conduce indefectiblemente a la
heladera, con lo que entramos en un círculo vicioso, me odio,
me angustio por esta sensación, me odio nuevamente y como,
del cual es muy difícil salir. Debemos como primer paso detener
esta pelea, ponerle límites. Solo podremos lograr algo permanente
y efectivo desde la comprensión, la tolerancia, la paciencia,
el amor. Si nos inclinamos a comer de más es porque la comida
satisface por momentos nuestra displacer. Se recurre a la
comida, a pesar que esta nos engorda, cuando estamos mal.
Lo que hay que entender que cuando comemos es porque estamos
mal, y no es que estamos mal porque comemos. Podremos encontrar
una salida eficaz para el problema real que esta oculto, si
logramos entender la molestia y descubrir de qué se trata,
en lugar de agredirnos sin sentido por un problema que nos
es más que una máscara de otro. Hay que entender porque vamos
a buscar comida. Descubramos cual es la emoción negativa escondida
que nos lleva a esa acción. Cuando no me acepto, debo averiguar
con que parte de mi interior me estoy peleando. Tenemos que
descubrir cuál es mi miedo cuando me enfrento con la balanza.
Cuando me obligo a tener un cuerpo determinado, o a tener
el peso que la sociedad me exige, debo pensar qué permiso
estoy buscando o de quién estoy buscando la aceptación. Cuando
comienzo a controlar mi dieta tengo que averiguar que es lo
que realmente intento controlar. Si lo que realmente queremos
es ser flacos, es muy difícil que seamos gordos felices. Lo
importante es poder ser libres comiendo hasta lograr nuestra
saciedad y de acuerdo a nuestro apetito. Solo lograremos recobrar
nuestro peso e impedir la sobrealimentación si no nos peleamos
con nosotros mismos.
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