Existen una serie de comportamientos que experimentamos cuando estamos mal emocionalmente, cuando sufrimos alguna decepción, discusión, disgusto etc. en estos casos, sin darnos cuenta, nos empezamos a mover con torpeza o con una firmeza desconocida. Adoptamos movimientos posturales o corporales agresivos o defensivos, como cruzarnos de brazos, de piernas o cerrar los puños. Es como si esas emociones o bloqueos, nos hicieran danzar con torpeza, limitando el tono de voz, las expresiones de nuestra cara y, hasta la palabra misma. Lo que sentimos empieza a dominarnos y perdemos la frescura. A veces estas limitaciones no se deben a un hecho puntual sino, a conductas heredadas o aprendidas, así como también a traumas que pueden haber ocurrido en la infancia. La música, el baile, la expresión de lo que sentimos por medio del movimiento nos ayudan a cambiar el humor, interactuar con el exterior, conectando por intermedio del movimiento lo que guardamos en nuestro interior, como emociones, alegrías, ideas o disgustos, con el exterior, amigos, pareja, hermanos, etc. La biodanza pretende actuar como terapia, utilizando la expresión gestual y el movimiento. Podría decirse que es un método de desarrollo y crecimiento personal por medio de la música y el movimiento. Tiene como meta el reequilibrio hormonal y del sistema nervioso, permitiendo así la renovación del organismo. Esto permite la eliminación de tabúes, convencionalismos y temores, dándole una gran libertad a las relaciones. Los especialistas en biodanza aseguran que la vida es una danza inconciente, que estamos expresando nuestros sentimientos con los movimientos.
Lo que sucede es que más de una vez nos movemos de forma inarmónica o poco positiva. Si bien todos creemos conocernos, la música, el movimiento, el tarareo, el canto, son distintas formas de expresión que nos permitirán conocer algo más de nosotros mismos. A partir de 1965 se descubrió que la música y el movimiento, eran de gran utilidad para los que padecían problemas psiquiátricos y emocionales. Investigando los efectos de la música en estos pacientes se comprobó que algunas melodías alteraban el estado emocional, mientras que otras perecían curarlo. Otras instigaciones han demostrado que escuchando música triste es muy difícil expresar sentimientos de alegría, y se es más expresivo cuando las melodías son más vibrantes y animadas. La biodanza ayuda a despojarse de los miedos y permite dejarse llevar sin pensar en nada. Se lleva a cabo en un ambiente lúdico, desinhibido y festivo. Lo más importantes es que cada integrante puede moverse con total libertad sin que nadie juzgue su movimiento.
No se trata de una coreografía, se trata de que el cuerpo integre y sienta la música para poder expresarse libremente. Cuando la persona se suelta, el organismo se relaja, desaparecen las trabas de autoprotección, del ridículo, y el individuo comienza a sentirse mejor. También durante estas sesiones hay contactos y caricias entre las personas, ya que la afectividad es muy importante. Los alumnos caminan, se abrazan, se miran, danzan unos con otros, dejando de lado los pasos de baile, solo moviéndose libremente.
La biodanza ayuda a liberar todas las emociones que no podemos o no queremos asumir, permitiendo que fluyan libremente. Es así como se empieza a manejar todo lo bueno o lo malo que nos sucede. Podríamos sintetizar que la biodanza nos permite desarrollar la expresión de nuestro cuerpo y conocernos mejor. Produce, a través de la danza, efectos sedantes y calmantes, si bien, no cambia la vida nos permite ver las cosas de un modo más positivo, estimulando además la creatividad y el sentido lúdico.
Ayuda a perder de vista los sucesos malos. Canalizando la energía.
Podría hasta decirse que rejuvenece. Esta terapia puede empezar a desarrollarse en soledad, aunque tiene como desventaja el no poder compartirla con los demás. Necesitamos de un lugar amplio para poder movernos libremente. Debemos usar ropa cómoda y estar preferentemente descalzos. Seleccionaremos música neutra para el comienzo de la sesión, melódica para la etapa media y las vibrantes para el final. Durante la primera melodía debemos caminar por toda la sala mientras respiramos con suavidad, sin pensar en nada, dejando que la mente fluya libremente.
A continuación debemos detenernos y comenzar a movernos y danzar al compás de la melodía. Hay que recordar que no debemos bailar, hay que olvidar todos los pasos musicales. Debemos solo sentir que el cuerpo se mueve, que se experimentan sensaciones y pensamientos que aparecen en nuestra mente. Tenemos que prestar atención a la música lenta, mientras llevamos a nuestra mente primero, imágenes de confort, románticas, luego imágenes de pena, de dolor, de tristeza. A partir de acá, observaremos como nuestro cuerpo tiende a contraerse, a detenerse, es el momento de movernos para eliminar el mal, la angustia y el dolor, demostrando así, que la vida continúa y tiene un buen ritmo a pesar de la adversidad.
Cuando empecemos a escuchar una música más animada, evocaremos emociones y recuerdos que nos aportarán energía, vitalidad, deseos de hacer cosas. Debemos permitir que el cuerpo comience a moverse y podremos observar como se cambia el ritmo, como lo hacemos al pasar a un buen estado. La sesión puede durar entre 30 y 40 minutos.
Una vez terminada tomaremos nota de todo aquello que hemos sentido, los traumas, los temas dolorosos y las angustias que han surgido, así como también los pensamientos armónicos, creativos y buenos, que han surgido. Las primeras sesiones nos van a servir para darnos cuenta cuando nos bloqueamos, lo que estará determinado por el movimiento y las posturas. Entenderemos que cuando nos ponemos más duros es cuando hay un problema. A medida que avancemos en esta danza y autoconocimiento, nos daremos cuenta que podemos enfrentar todo tipo de problemas de un modo constructivo, con amor, con entereza, sin dolor y, sobre todo, sin posturas de protección, con libertad y frescura. Todo esto nos dará felicidad y hará que nos podamos relacionar mejor con los otros.