Nuestras aspiraciones

Durante nuestra vida siempre estamos insatisfechos con lo que hacemos o sabemos y buscamos siempre, nuevas oportunidades para explorar nuestras habilidades y el poder que hemos alcanzado en las cosas que nos interesan. No importa la edad, siempre nos van a gustar los desafíos, nos gusta edificar y crear nuestra vida.
Está demostrado que para lograr el bienestar y la dicha es fundamental el sentido del crecimiento y el control del mundo de nuestro alrededor.
En el ámbito laboral, también está demostrado que hay mayor rendimiento de los empleados, cuando éstos pueden trabajar con autonomía y tienen la posibilidad de plantearse constantes desafíos. Hay un poderoso impulso que nos lleva a perseguir desafíos importantes que ponen a prueba nuestras habilidades pero que, también, controlamos para evitar los frecuentes fracasos. Por lo general acomodamos las cosas a tal punto de no exigirnos mas allá de nuestras fuerzas, ni aún llegar a la autocomplacencia. Llevamos nuestro esfuerzo a un nivel manejable de dificultad. v La habilidad para afrontar las dificultades, es encontrar las que sean lo más manejables posibles, ya que si son muy fáciles de solucionar serían aburridas para la vida, y si son demasiado difíciles se convertirían en derrotas sucesivas. Ante el fracaso de alguna de las metas se procede a disminuir la dificultad, cambiando la conducta, alargando los plazos de concreción o bien cambiando ciertos objetivos o también su calidad. De no resultar ninguna de estas alternativas se suele renunciar al objetivo. Si se logra el éxito, entonces se reducen los plazos, se amplían los objetos en cantidad o calidad, se trata de conseguir los objetivos en menor plazo y con mejores resultados. La ecuación es fácil, las expectativas se reducen ante el fracaso y se amplían ante el éxito.

Cuando se desempeña un trabajo con eficiencia, ya no se requiere mucha habilidad, por lo que se busca un objetivo superior o se desea conseguir una tarea más complicada. El nivel de dificultad marca la motivación para lograr el éxito, ya que no se encuentra placer de logro, cuando las actividades no involucran riesgos. Existe una amplia relación entre riesgo y beneficio, se esta en condiciones de asumir mayores riesgos cuanto mayor sea el deseo de alcanzar el objetivo. Este nivel de riesgo será distinto para cada persona, ya que dependerá del valor que cada una le otorgue a ese objetivo.

Algunos estarán dispuestos a correr más riesgos en cuestiones de amor que en cuestiones laborales o económicas, mientras que para otros será exactamente al revés.
Otros estudios han determinado que, sin importar la condición social, las personas se fijas sus objetivos por encima del 25% de sus alcances. Lo mismo ocurre con los salarios, cuando éstos aumentan, no aumentan los ahorros, sino que aumenta el consumo. La riqueza más allá de satisfacer las necesidades, aumentan los deseos.
También existe la relación entre el esfuerzo y la capacidad. Es probable que un individuo que no logra con su capacidad un correcto desempeño, reduzca los esfuerzos o bien busque otros ámbitos para desenvolverse más tranquilos.
Por otro lado, no hay una claridad en cuanto a las propias capacidades, tendiendo en algunos casos a sobrestimarla, sin reconocer los dones y capacidades reales, con el único fin de aumentar la autoestima. Se adquiere entonces una conducta de negación, por la cual de lugar tratar de modificar determinadas acciones relacionadas con la propia capacidad, se tiende a negarlas o escapar de ella. Otro factor que se relaciona con ese impulso de crecimiento y de dominio de la realidad, es el optimismo, que lleva a decir que se es mejor de lo que los demás creen.
Lo cierto es que las capacidades y las probabilidades no pueden medir a ciencia cierta, por lo que cuando nos proponemos un nivel óptimo de dificultad no se puede determinar cuanto es posible hacer.

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