La adivinación es una práctica ocultista que nos ayuda a averiguar hechos o conocimientos presentes, pasados y futuros que permanecen ocultos. Hay distintos elementos que sirven a la persona sensitiva para la adivinación, como la cartomancia que utiliza las cartas; la cristalomancia, el cristal; la grafología, la escritura; el horóscopo, los astros; la litomancia, las piedras; la necromancia, los cadáveres humanos; la quiromancia, las rayas de la mano; las runas, los símbolos rúnicos, el péndulo. Para llevar a cabo su práctica con cada elemento, la persona sensitiva, el adivino, se involucra de manera diferente, y este es un factor muy importante a la hora de decidir con qué elemento preferimos manejarnos, a la vez que comprender el esfuerzo personal y el desgaste que produce cada uno de ellos. Básicamente las formas de adivinar son dos; una representada por elementos como la bola de cristal, la copa de agua o el péndulo y otra por elementos como las cartas, las runas o el I-Ching, por poner sólo algunos ejemplos. No es lo mismo practicar la adivinación por medio de estos dos grupos de elementos. La bola de cristal, la copa de agua y el péndulo son medios que permiten, a través de la concentración, visualizar lo que está ocurriendo; el adivino visualiza series imágenes, percepciones o revelaciones mediante un fenómeno empático que hace que las perciba como si le estuviesen sucediendo a él mismo. Hechos, tristezas, alegrías, desgracias, todo lo sufre y lo goza en su propia piel, involucrándose a veces hasta límites insospechados, traspasando la barrera de su realidad. Las personas que practican esta forma de adivinación deben ser muy producentes ya que esa capacidad para traspasar la barrera y penetrar en lo oculto, caminar hacia un lugar desconocido, implica que luego se debe regresar, deshacerse de esas sensaciones ajenas para volver al presente de su propia realidad. Este camino de regreso es bastante difícil pero justamente los elementos utilizados: el agua, el cristal, el péndulo son los que guiarán al adivino en el viaje de vuelta. En el caso de la cartomancia, las runas o el I-Ching, el adivino, si bien se exige un esfuerzo mental enorme, permanece en su sitio, no traspasa ninguna barrera ni penetra empáticamente en el mundo de lo oculto; ésta es la gran diferencia.
No sufre en su propio cuerpo las emociones y sentimientos de su interlocutor, sino que permanece en la realidad. Este tipo de adivinación es como una ventana que al presente, al pasado y al futuro. La persona ejerce este tipo de práctica adivina las cuestiones ocultas del consultante con menor involucramiento.
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